El otro día fui a clase de Yoga.
No es que yo sea una super-yogui, ni de lejos, pero de vez en cuando voy, y la verdad es que me sienta muy bien.
El aula era el típico espacio de gimnasio con un espejo gigante ocupando toda una pared. Ese tipo de espejo que no te deja escapatoria: te devuelve cada gesto, hasta el más mínimo detalle. Porque, seamos honestos, lo que más nos importa en una clase de Yoga no es la intención, ni la respiración, ni el flow… lo más importante, es terminar con un mínimo de compostura: tratar de mantener a raya esa lorza que se te escapa por la derecha, y te adelanta por la izquierda; ocultar el brazo colgandero tratando de parecer todo un Guerrero I, II, III, invertido y del revés; seguir respirando de forma natural sin que parezca que se te va la vida en ello, y mantener el equilibrio en Utthita Hasta Padangusthasana, tratando de no caerte en una posición que atenta contra toda ley de la gravedad, mientras tratas de imaginarte que algún día tu cuerpo será tan esbelto, elástico y ligero como el de la instructora.
Pero la verdad es que me sienta muy bien.
El caso es que ese día no encontré hueco frente al espejo. Me tocó colocarme frente a una columna que me dejaba sin acceso a mi reflejo. ¿Quién iba a vigilar ahora la lorza?
Comienza la clase, y de manera casi inconsciente miro al frente esperando, como de costumbre, encontrar mi imagen reflejada. Pero no estaba ahí... Y, sin embargo, para mi propia sorpresa, estaba yo. Me encontré a mí.
Al no encontrarme fuera, empecé a verme dentro. Empecé realmente a mirarme. La “nada” me trajo mi propio reflejo; y entendí el verdadero significado de estar presente: el silencio, la mirada, el respeto y atención no solo al propio cuerpo, sino a lo que sentía, lo que me movía; como un ritual, y la meditación que se experimenta al prestar atención de verdad.
No me veía, pero nunca me había visto tan claro. Y ahí entonces sí que empecé a fluir, a respirar, olvidar, porque lo único importante era escuchar lo que estaba pasando ahí dentro. Lo importante no era ver, sino mirar.
Y cuanto más miraba a esa columna opaca, más me devolvía mi propia imagen. No me hacía falta verla, solo sentirla.
Fue extraño, sí, muy raro.
Y es que creo que vivimos en una enorme incoherencia entre lo que realmente somos y lo que vemos (o queremos ver) reflejado, y estamos tan acostumbrados a la imagen del espejo, buscando la aprobación de lo que proyectamos hacia fuera, que acabamos confundiendo la apariencia con lo real. Y muchas veces, ni siquiera nos representa.
Y sigo sin poder mantener el equilibrio en Utthita Hasta Padangusthasana, pero ese día conseguí sostenerme a mí misma. Sostener el equilibrio de dentro. Y, la verdad, eso también sienta muy bien.
Namasté.
Y para darle algún sentido a esta publicación, aquí está mi recomendación de la semana:
Lo obvio hoy, sería recomendarte hacer Yoga (sin espejos), que también. Pero no, hoy voy a recomendar algo que sienta todavía mucho mejor, y que ya había recomendado en alguna otra ocasión.
Ya lo mencioné hace un tiempo: usar Spiro. Estos dispositivos están diseñados para neutralizar los efectos de la radiación electromagnética que emiten todos los aparatos que usamos a diario: Wi-Fi, electrodomésticos, ordenadores, móviles, 5G…
Esa exposición continua tiene un impacto real y terrible en el cuerpo: aumenta el riesgo de insomnio, migrañas, ansiedad, desequilibrios hormonales, y se ha asociado con alteraciones celulares vinculadas a enfermedades neurodegenerativas o ciertos tipos de cáncer.
¿Y por qué lo vuelvo a recomendar? Porque estos días estoy sin mi Spiro Card X (que llevo siempre conmigo desde hace meses), y lo noto muchísimo: dolores de cabeza, peor descanso, no duermo bien, embotamiento mental, cansancio constante…
La diferencia, para mí, es muy clara, y los beneficios son innumerables, así que no me canso de recomendarlo. La inversión en salud no debería ser cuestionable.
Hasta el domingo que viene.
Me encantan tus garabatos Lucía! Por cierto has descrito perfectamente el motivo por el que las salas de yoga no tienen espejo (o al menos la mayoría 😉) o no deberían tener espejo.