De repente, se hace el silencio. Y el silencio me incomoda.
Los susurros me incomodan. El día me incomoda. La falta de control, de un plan, de una estructura. Que todo cambie, no saber decidir… me incomoda.
Y lo miro desde fuera, lo pienso, y me avergüenzo. Y me culpo. Qué tontería. Ojalá esto fuera lo peor de la vida. Y ese pensamiento me incomoda también.
Siento que el cuerpo me vibra, que la energía se expande y me recorre de pies a cabeza, como tratando de decirme algo. Como si fuese mucho más fuerte y poderosa que mi propia pobre mente, que trata de seguirle el ritmo, pero no puede. No llega. No comprende. Y eso me incomoda.
Tratar de comprender, de controlar, de hacer algo con esto y no poder. Me incomoda.
Me remueve.
Quizás debería descansar, dejar que todo se asiente un poco. Dejarlo estar. Dejar que se coloque solo. Aprender eso de “fluir”. Pero el fluir me incomoda.
Y, a la vez, estoy profundamente agradecida. Por esta incomodidad. Por no saber elegir entre todas las opciones. Por no poder decidir. Por todas las opciones: las que tengo, las que evito, las que veo y las que me invento.
A veces, la vida incomoda. Sostener la incertidumbre, incomoda. Soltar el control, no saber, no comprender… incomoda.
Y, de repente, se hace el silencio. Y al sostener esa incomodidad, aguantarla, aceptarla, traspasarla sin necesidad de atraparla… vuelvo a mirar, y me doy cuenta de que es ahí donde están las respuestas.
Ahí es donde se avanza.
Y para darle algún sentido a esta publicación, aquí está mi recomendación de la semana:
Hay temas que son incómodos de abordar. Esta semana, recomiendo el episodio T7.C1 de La Taberna Consciente, con Elma Roura como invitada. Me ha encantado la manera de abordar, en una conversación honesta y cercana, temas que a veces resultan difíciles e incómodos, pero lo hace desde un lugar muy humano y accesible. Independientemente del momento vital en el que estés, seguro que te deja algo en qué pensar…
Hasta el domingo que viene.
Tú tienes las respuestas, aunque no las veas.