#84. Media Maratón
El otro día corrí la Media Maratón de Granada. No sé si la más bonita (¡te aseguro que yo sigo sin ver la belleza en subir esas cuestas… te lleven a la Alhambra, o al mismísimo cielo!), pero sí la más dura.
Podría decir muchas cosas sobre lo que supone hacer una carrera así…
Podría hablar del topicazo de que correr una media maratón, es un poco como la vida: sales con mucha energía, que va flaqueando, hay momentos tan duros como bonitos… momento que estás a tope, momentos que te quieres salir, dejarlo todo, a veces te adelantan por la izquierda, otras adelantas tú; hay gente que te da la mano, que te acompaña en el camino, que te anima; otros que te empujan para sobrepasarte.
Pero sobre todo, en realidad, estás solo tú, contigo mismo. Tu mente. Tu cuerpo. Tu alma.
Podría hablar de la gratificación y felicidad al pasar la línea de meta, y la emoción que te inunda ver que estás llegando, que llegas, que llegas, que estás muy cerca… y que lo has conseguido. No nos engañemos, en ese momento, no es por la proeza, sino porque solo quieres parar, descansar y beber dos litros de agua.
Podría ponerme a discutir sobre si es la más bonita del mundo o no (¡lo siento, Londres siempre estará muy por encima!).
De mis piernas doloridas. De las ampollas.
De que, a pesar de todo, y teniendo todo en contra, hice mi mejor marca.
Quiero pensar, que un poco como la vida.
También podría dar el típico discursito emocional sobre motivación, sobre el “si quieres puedes”, que “lo importante es participar”, “disfrutar del camino y no la meta”, y todas esas y otras tantas frases hechas de dudosa procedencia (y credibilidad).
O esa otra de “disfrútala”, “pásalo bien”. Créeme, correr media maratón te da muchas cosas, ¡pero no el disfrute, ni la diversión! (no es un chiringuito en la playa).
(para mí) Correr Media Maratón es como meterse en una burbuja, en una especie de cápsula del tiempo contigo mismo. Donde cuerpo y mente entran en un perfecto equilibrio, donde tienen que mantener una perfecta y constante armonía: la mente empujando al cuerpo, el cuerpo avisando a la mente. Un engranaje perfecto, en el que, si uno falla, todo falla. Todo cae.
Un poco como la vida.
Es un juego entre motivación, sufrimiento, subidas y bajadas (literal, y figuradas), entre querer darlo todo a ratos, y dejarlo todo a (muchos, muchos) otros.
Pero, demostrarte a ti misma hasta donde puedes llegar… eso sí que vale la pena.
Un poco como la vida.
El no necesitar que nadie te dé la enhorabuena, porque tú misma ya estás lo suficientemente orgullosa de ti como para ir con la cabeza bien alta (y las piernas dobladas).
Es lo que tiene el deporte en general (y media maratón en particular): es capaz de aportarte los mismos niveles de sufrimiento que de satisfacción a la vez. El equilibrio perfecto. Y eso no lo hace más fácil, nada fácil… pero sí hace que merezca la pena. Cada minuto. Aunque, créeme, solo te das cuenta de ello cuando ya ha terminado.
Quiero pensar que NO como en la vida.
La grandeza no está en correr más que nadie, sino en hacer que, aunque sea difícil, merezca la pena aguantar y llegar hasta el final. Cruzar la meta.
Un poco como la vida.
Y para darle algún sentido a esta publicación, aquí está mi recomendación de la semana:
No sé si correr media maratón es algo estoico o no. Seguramente desde donde y como lo haces, si que puede serlo. De cualquier manera, me gusta mucho como comunica y baja a tierra el estoicismo Pepe Garcia “El Estoico”, y en especial esta entrevista en uno de mis podcast preferidos, Lo que tu digas (de Alex Fidalgo)
Hasta el domingo que viene.