Este relato forma parte de la serie Cocinando Emociones.
Las emociones se sienten. Se saborean. Nutren.
Los sabores emocionan. Alimentan.
Durante varias semanas, escribo, exploro, miro, hablo, y saboreo emociones, dándoles forma de receta. Cocinando Emociones.
GRATITUD.
La gratitud lo puede todo.
El agradecimiento profundo, el real… es enorme, todopoderoso.
Estar (ser) (sentir) (vivir) agradecido es transformador: la gratitud acepta.
No cambia, pero lo transforma todo. Lo que toca, lo que roza, lo que mira al pasar.
Al miedo lo vuelve valiente.
A la tristeza, compasión.
El dolor porque se fue, en plenitud porque existió.
La alegría, en felicidad.
La paz, en serenidad.
La amistad, más pura. El amor, más verdadero.
No hay nada que pueda contra la gratitud. Es fuerte. Leal. Es fiel, imponente. Transformadora.
Es enorme, y cuando está, lo inunda todo.
Nunca viene sola. Con ella llegan la abundancia, el amor, la plenitud. La bondad, la compasión.
El agradecimiento es riqueza. Eres rico si sabes ver. Si sabes agradecer.
Lo que tienes. Lo que eres.
Y cuando todo termina, lo que te salva, es la gratitud: agradecer que hubo. Que estuvo. Que terminó. Que creciste. Que aprendiste. Que supiste ver. Que empezaste a valorar.
GRACIAS es la palabra más honesta, sincera. Humilde. Justiciera.
Gracias es vida.
Y vivir así… es la gracia.
Receta para la gratitud
La mejor receta para la gratitud no es el qué, sino el cómo: no hace falta nada especial, solo estar presente. Permítete comer lento, masticar despacio, saborear, disfrutar cada bocado. Oler, escuchar. Poner los 5 sentidos. Agradece el hambre, agradece la sed. Agradécete el momento, agradece todo lo que ha hecho posible que llegue hasta ti. Agradécete el nutrirte, el cuidarte.
Comer con gratitud es un auténtico regalo.
Gracias por leerme.
Hasta el domingo que viene.
La gratitud nos abre caminos que ni conocemos.